Existe en España un “Triángulo de la muerte”, entre Jaén y Córdoba, Rábita es uno de los pueblos en los que se suicidan 26 de cada 100.000 habitantes, lo que significa una cifra cinco veces mayor a la media española. Esto lo conocía ayer viendo un programa, para mí aterrador y desconcertante, el anteriormente conocido como radiofónico Milenio Tres . Rábita es uno de los pueblos. Es suicidio, la peor solución jamás cometida, como dice Pérez-Reverte “la pasividad también es un crímen” . Si te suicidas además no vas al cielo, no te jode, encima de puta, pones la cama.
Pero es que el suicidio también es una epidemia, se pega, se traslada, en todos los libros de estilo de los medios se rechaza la publicación de noticias sobre este tema, porque produce un efecto dominó. Se propaga y se agrupa. Algo que de lo que hemos oído desde hace algún tiempo en el lejano nipón, una sociedad más disociada, desdoblada entre el hiperdesarrollo y la tradición, la cultura es un arma de doble filo . Los jóvenes encuentran una salida a la incertidumbre de la vida, la disonancia que separa lo que nos muestran a lo que hay, el vértigo de vislumbrar líneas muy finas entre estar o mirar desde la barrera.
Unas 3.000 personas mueren al año en España por propia voluntad. Dicen que condiciones atmosféricas como el Viento o la altitud influyen en las personas a la hora de encontrar una salida en la muerte. Y es siempre acabamos siendo animales , naturales marcados, teñidos y educados por la naturaleza que nos rodea. No es lo mismo que en tu lengua haya decenas de nombres para calificar el blanco porque vives en Groenlandia o que desde tu casa huelas la sal del Caribe…

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