¿Por qué no hemos gritado TODOS hijos de puta al mismo tiempo... a tiempo?

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Bueno pero extraño

Leo la guía del ocio, porque soy una desempleada que invierte su tiempo en ir a exposiciones, al cine, descubrir bares, inventar historias, cruzarme con Borges, que un día me dijo que “todo encuentro casual es una cita”, y disfruto de vivir el imposible de encontrarse en Callao a un compañero de bodas = ebriedades burgalesas,… que me voy… Leo la guía del ocio, como quien decide su futuro, y me hace recordar una peli de Albadalejo… Leo “bares de osos”. Vi la peli no hace mucho, y con ella decubrí esa segregación/ subdelegación/ subcategoría/ estrato gay. No perderé el tiempo escribiendo mi posición ante la homosexualidad, para mí es algo natural, simplemente, en el más amplio sentido de la palabra. Pero, no sé, lo de los osos es para mí un síntoma de algo negativo.
Que me da igual, ¿sabes? Pero la especialización tan extrema no me gusta, aunque no limiten la libertad ajena. Pero reducen la amplitud de miras, es un aislamiento, cuando a mí me gusta un poco de cada. Porque al final uno sólo acaba viendo como bueno lo que se acostumbra a mirar. Entiendo que en este caso la especialización es un símbolo de estabilidad, que es algo bueno. Pero eso dentro de unos esquemas que no llego a respetar y que para mí no avanzan hacía ninguna utopía.
La especialización es un síntoma de nuestros días, más bien es una herencia desde que Chaplin apretaba tornillos mecánicamente en Tiempos Modernos. Primero vinieron los grandes almacenes temáticos [anímate a ir a Pontejos a comprar botones o una lámpara en GardenLuz en San Juan], luego nos invadieron los todo en uno, los centros comerciales, con sus precursores de los 20 duros. Así que luego acaba habiendo bares para todos que no gustan a ninguno, y entonces es cuando uno ha dejado de ser ninguno y se convierte en todos. Y el que se mueve no sale en la foto, es cierto, pero hay algunos que no quieren salir, se montan su propio grupo, su aceptación mutua que acaba convirtiéndose en rechazo a lo ajeno.
Lo que no sé es dónde estará el punto medio entre el todos y ninguno. Hay nombres para todo, hay quizá demasiados nombres, Yo soy …, tú eres…, él es…, nosotros somos…, vosotros sois…, ellos son… Con tanto nombre al final vamos a acabar sin conocernos.

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Seré la que pensé que sería

Ayer quise que hoy fuera el día que sueño que será mañana. "Yo soy yo y mis circunstancias" que decía alguien, y yo siempre pensaba que las cirsunstancias venían con uno, con su cordón umbilical, su barrio, sus padres, su olor, su sexo, su mayor o menor grado de destreza lingüística, no sé... que venía en el pack.
Pero no, las circunsancias no son más que el fruto de tus deciciones, de tus actos, del paso para adelante, el paso para atrás o la ausencia de movimiento. Yo puedo ser la que soñé que sería, si mis circunstancias coinciden con las circunstancias del que quiero que protagonice está historia no tiene contrato con la Paramount. Yo puedo ser la que soñé que sería, tan sólo si intento serlo, o al menos estaré más cerca que desde tan sólo el soñarlo.
Y al final el deseo se reduce a cubrir tus necesidades básicas en el nivel y el grado que cada uno decida, no por que esperan de ti, no por lo que puedas potencialmente, no por el contexto externo, tan solo depende, como todo de lo mismo, dar un paso para adelante, un paso hacia atrás o permenecer en el sitio, aunque ninguno de estos pasos ocurren en el espacio. Es tan difícil adecuar tus circunstancias a tus deseos, pregunto, es tan difícil, será, será más fácil seguir queriendo que hoy fuera el día que soñé que sería mañana.

¿Tú lo sabes?

Anoche, aquí en Berruguete Street Away, tras un par de rones preparados con amor y canela, unas cuantas incomparables canciones de Sabina, tras la indignación de leer los comentarios de la gente en la red [de verdad que no puedo con ellos, no me cabe en la cabeza el pensamiento incatalogable de estos ciber fachas, por llamarles de alguna forma]. En el filo del sueño de un jueves a las tres de la mañana, tras un largo día en el que vivimos experiencias desde los testimonios de una narcoléptica [enfermedad que me da para otro post que me queda pendiente, el estado no REM siempre ha sido un intringulis que me abre a la curiosidad], una voluntaria de la asociación de sordociegos y las historias de mis compañeros de taller.
Después de un largo día, vamos, y tras el visionado del famoso video del PSOE [como se lo curran estéticamente los cabrones, más allá del contenido parcializado] se abrió el debate del estado de la nación, en un sofá cercano a lo progre, manchado de utopías, con cojines de racionalidad e indignación; las palabras aducían un sistema político mercantilizado y falaz [como se me retorcían las entrañas con el amigo Zaplana el otro día en la Sexta, pobres periodistas].
Uno decía que está claro que el juego político es una campaña permanente hacia las elecciones, ¿y qué podemos hacer si las cosas son como están?, Me da igual, no me gusta, está claro que mi felicidad no depende de esa sarta de embusteros, crispadores, opositores o gobernantes, que se definen por la tergiversación y el descarado marketing corrupto. Ya lo sé que mi felicidad sólo depende de mi inframundo y mi contexto que yo misma creo y desarrollo, pero coño, es que quiera o no formo parte de este sistema, lo que si depende de ellos es mi dinero, mi salud, la educación de mis hijos si los tengo, la evolución de todo el ecosistema que queda más allá de la punta de mis dedos. Y ¿qué puedo hacer? Gritar, votar [Ja], callar, pasar, irnos a Torremanzanas [por qué no]. No sé, ¿tú lo sabes?
Y bueno otro día ya hablamos de la burbuja infectada de la Comunidad de Madrid, ¿control mediático?, ¿acecho comunicativo?, no que va… esto parece 1984 amigos.
Así que nada como la solución no la tengo lo que puedo hacer es saltar y reír como niños pequeños… no crezcáis…¡¡¡¡SALTAD!!!

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