Necesidades básicas


En los cuadernos de Don Rigoberto el llamado Don, con la locura incipiente que asume la intelectualidad y el sexo como fines indisociables de la felicidad, expone como teorema que “Nada ha contribuido tanto en este tiempo, más aún que las ideologías y religiones, a promover el despreciable hombre-masa, el robot de condicionados reflejos, a la resurrección de la cultura del primate de tatuaje y taparrabos emboscados detrás de la fachada de la modernidad, como la divinización de los ejercicios y juegos físicos operada por la sociedad de nuestros días” (Pág. 124, Ed. Alfaguara, 1997).
Y es que en el arte la felicidad plena e infinita [tan débilmente separada del sufrimiento y la amargura] se cierne bajo la apariencia de supremacía cognitiva y desarrollo anímico, a través de la cultura y el conocimiento.
Como en Una Historia de Brooklyn [ o más acertadamente El Calamar y la Ballena] el marido reprocha a su recién separada esposa que encuentre asilo en otros cuerpos incultos y más atractivos. Nos aferramos en la comparación amorosa en que el contrincante es menos que nosotros. Tan sólo por haber elegido otra senda por la que alcanzar la enajenación de nosotros mismos. Cuando en realidad deberíamos reflexionar si no seremos nosotros el error, los errantes. Y cuando digo nosotros, no digo yo, sino los instruidos más en los universos del alma pensando que el cuerpo es tan sólo una carga.
Una carga que para mí es lo único que tengo, en lo único que creo, puesto que es el que me lleva a alcanzar las más altas gratificantes, las más altas purificaciones del alma [como también decía Vargas Llosa] como son lógicamente, las necesidades más primarias su exponente más alto de placer.
Ya sabéis carga a gusto, comer hasta la excitación, beber con degeneración y follar hasta a extrema aución.

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1 Responses to “Necesidades básicas”

  1. # Anonymous Anónimo

    Tienes razón. De hecho, creo que yo me pasé al bando de los canallas porque fue la única vía que encontré para conciliar el intelecto y el hedonismo, los dos extremos que se complementan y se desprecian entre sí: los placeres mundanos y las inquietudes de los ermitaños ascetas. Deberían ser dos mundos más fáciles de conciliar porque son parte de la naturaleza humana, pero parece que uno debe elegir entre los dos extremos.
    Así, a los canallas nos ignoran los dos grupos, porque no conciben que nos puedan gustar a la vez las pelis de culto y sexo en nueva york, porque en nuestras estanterías conviven ensayos políticos con Bridget Jones, y porque después de una conferencia sobre las traducciones del Quijote al árabe dediquemos la noche del sábado a destrozarnos el hígado con chupitos de tequila, sólo porque sí.
    Maldita rebeca, eres la reina de los canallas. Te quiero mucho, en parte por eso... Mucha suerte en Madrid, la patria de las vidas no convencionales, y un abrazo desde Hamburgo.
    He cumplido mi promesa ;-)
    www.nadieesperfecto.blog.com  

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