Historia telefónica
4 Comments Publicado por Maldita_Rebeca on martes, octubre 31, 2006 at 1:03 p. m..
30_10_2006_ Esta tarde he llamado a una mujer de 39 años que se llama Mónica. Yo teleoperadora, ella un nombre anónimo de una base de datos.
Mónica estudió Derecho, terminó la carrera en febrero de 1993 después de bastante esfuerzo y ese mismo verano en julio sufrió un accidente de coche en la carretera de Burgos en el que perdió parte de materia gris del cerebro además de provocarle distintas lesiones. El accidente le provocó la pérdida de memoria de sus últimos tres años de vida. La dejó sin olfato, sin vista y en silla de ruedas. Se dio cuenta preguntando por su abuela que era su último recuerdo, y esa última imagen suya era la de un fantasma.
Hoy me lo contaba, a mí, a alguien a quien no veía y que le trataba de usted, usamos nombre falso pero me preguntó cómo me llamaba y me salió Rebeca. Ahora ve doble, “con un ojo y medio” como decía, le cuesta leer, anda, ha engordado 30 kilos, porque después de muchos endocrinos determinaron que la lechuga le hacía engordar, su cuerpo entero es otro, su mente es parcial bajo la lucidez. Ahora visita a médicos, hace cursillos de informática para poder integrarse en el mundo laboral, su título es más que en cualquier otro caso papel mojado, forma parte de la ausencia.
Mónica cuenta una historia en clave de humor, como un chiste macabro, me repite varias veces que no se lo está inventando… yo le digo que “ confío en la imaginación de la gente pero no tanto”. Ahora a parte de esos tres años no tiene memoria a largo plazo, ingenuamente le pregunto qué cómo se vive así que a lo mejor ella tiene una visión del mundo que nadie más puede percibir… “sí, bueno a parte de verlo todo doble, hay mucha gente en circunstancias parecidas”.
La vida como después de un apagón se convierte en una llama a media luz. Cuando las historias surrealistas son de carne y hueso y en la soledad de una línea telefónica alguien va y te las cuenta, con una amarga sonrisa que se masca en el silencio, con una despedida cariñosa desde mi posición privilegiada y aún así perdiendo la sonrisa aún recordándolo todo, viendo nítidamente, entendiendo lo que leo con un solo intento.
La llamo, me habla, se quedó fuera, “sí, mis compañeros de carrera al principio venían a visitarme”, la vida no se para a esperar a nadie, que no hay parada facultativa que si te quedas dormido en el vagón, nadie te ayuda a bajar la maletas, sólo si los hay están los lazos de la sangre, los otros se esfuman por mucho que aprietes, si se te olvidaron las leyes, cadena perpetua. Me quedo de todas formas con su sonrisa en el silencio de la línea de teléfono.
Mónica estudió Derecho, terminó la carrera en febrero de 1993 después de bastante esfuerzo y ese mismo verano en julio sufrió un accidente de coche en la carretera de Burgos en el que perdió parte de materia gris del cerebro además de provocarle distintas lesiones. El accidente le provocó la pérdida de memoria de sus últimos tres años de vida. La dejó sin olfato, sin vista y en silla de ruedas. Se dio cuenta preguntando por su abuela que era su último recuerdo, y esa última imagen suya era la de un fantasma.
Hoy me lo contaba, a mí, a alguien a quien no veía y que le trataba de usted, usamos nombre falso pero me preguntó cómo me llamaba y me salió Rebeca. Ahora ve doble, “con un ojo y medio” como decía, le cuesta leer, anda, ha engordado 30 kilos, porque después de muchos endocrinos determinaron que la lechuga le hacía engordar, su cuerpo entero es otro, su mente es parcial bajo la lucidez. Ahora visita a médicos, hace cursillos de informática para poder integrarse en el mundo laboral, su título es más que en cualquier otro caso papel mojado, forma parte de la ausencia.
Mónica cuenta una historia en clave de humor, como un chiste macabro, me repite varias veces que no se lo está inventando… yo le digo que “ confío en la imaginación de la gente pero no tanto”. Ahora a parte de esos tres años no tiene memoria a largo plazo, ingenuamente le pregunto qué cómo se vive así que a lo mejor ella tiene una visión del mundo que nadie más puede percibir… “sí, bueno a parte de verlo todo doble, hay mucha gente en circunstancias parecidas”.
La vida como después de un apagón se convierte en una llama a media luz. Cuando las historias surrealistas son de carne y hueso y en la soledad de una línea telefónica alguien va y te las cuenta, con una amarga sonrisa que se masca en el silencio, con una despedida cariñosa desde mi posición privilegiada y aún así perdiendo la sonrisa aún recordándolo todo, viendo nítidamente, entendiendo lo que leo con un solo intento.
La llamo, me habla, se quedó fuera, “sí, mis compañeros de carrera al principio venían a visitarme”, la vida no se para a esperar a nadie, que no hay parada facultativa que si te quedas dormido en el vagón, nadie te ayuda a bajar la maletas, sólo si los hay están los lazos de la sangre, los otros se esfuman por mucho que aprietes, si se te olvidaron las leyes, cadena perpetua. Me quedo de todas formas con su sonrisa en el silencio de la línea de teléfono.
Etiquetas: artelículos
¿En qué nos quedamos si nos quitan nuestros recuerdos? Imagina por un momento... ninguno seríamos nosotros mismos sin memoria! Es algo que me da pánico, que alguna vez he pensado. Es morir.
Al hilo, -y seguramente también al hilo del post anterior- me he acordado de algo que leí en algún sitio, oí a alguien o vi en alguna película... Solo morimos cuando no queda nadie que nos recuerde.
Son simplemente dos de esas ideas que de tanto en tanto te vienen a la cabeza. Inconexas. Esta vez me las recordó tu post. Por eso quise dejarlas aquí. Siempre podré si las olvido volver a por ellas... si recuerdo donde las dejé!
Cuídame al ganado, tú que eres más responsable...
A mi también hace encanta la idea de no no morimos mientras alguien nos recuerde... creo que es de una peli (o varias) lo buscaré.
Cuida tú también tu ganado
¿Sabes lo que más me llama la atención de esta historia? Cuando llego a casa yo quiero estar tranquilo en mi bunker. Cualquier llamada telefónica de un servicio de televenta supone para mí una agresión; la rehuyo. Ahora se ha puesto de moda que te llamen al mediodía, mientras estás comiendo, para así poder pillarte. Y yo me dedico muchas veces a descolgar el teléfono a esas horas para no ser molestado: si alguien que me conoce quiere localizarme ya me llamará al móvil.
Pues bien, la persona de tu relato, lejos de rechazar la llamada, la desea, la hace suya, se agarra a ella como a una tabla de salvación para escapar de su soledad. Ha ido perdiendo a los suyos en el camino y necesita tener a una voz desconocida pero amiga con la que poder conversar.
Qué relativo es todo.
Cuídate.
Para Sergio M.M.: La casa de los Espíritus, ahí juegan con el concepto de vida hasta el olvido.
UN saludo