No hay amor cualquiera

Cualquiera que cualquierice el amor se equivocará cualquerizando los besos que nunca son de cualquiera. Cualquiera puedo ser yo o puedes ser tú o puede ser el cualquiera que acecha en cualquier corazón o cozarón o ronzaco o zaconro.
Como anomalías predeterminadas nos enamoramos. Enamorados con o sin amor. Enamorados con o sin intención premeditación o alevoseica inclinación.
Sin amor cualquiera me equivoco al soñar que quería yo uno de esos sin locura, sin obsesión o perturbada desazón de amar un corazón extraño que en realidad ni se comprende ni se alcanza.
Tocar de verdad la realidad, saber que la atracción es fruto de un sentimiento razonable es la decepción de una felicidad tranquila que nos perturba por haber alcanzado lo soñado, o mejor dicho, lo que pensábamos que pretendíamos conseguir.
Pero siempre hemos de estar locos aún encerrados en paz y cordura
Ceñirnos a la tranquila satisfacción.
Impedirnos ser del todo felices
Aguantar en el limbo de lo abstracto
Cuando lo tangible es permanecer a tu lado
Descubrir que ser felices no es ser felices
Que ser felices es olvidadizo
Que ser felices es no darnos cuenta de que somos felices
De que ser felices es buscar excusas para ser infelices

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3 Responses to “No hay amor cualquiera”

  1. # Anonymous Anónimo

    ¡Que bello!Un "Ole" por tí, por tu amor y por las preciosas palabras que emanas.

    Encantado de que me sigas hablando con detalle de esos sentimientos.

    ¡Un abrazo muy fuerte!

    Eloy.  

  2. # Blogger Meiziu

    no hay amor cualquier ni cualquiera es un amor.
    Demasiados cualquieras en la vida para tomarsela como una cosa cualquiera.
    Muy wapo el post, chunga.  

  3. # Anonymous Anónimo

    En ese país del agua vivía un pez. Muy ocupado estaba el pez sin nombre, entregado a la tarea diaria de abrillantar sus escamas grises y mirar como buscaba una gaviota promociones de marketing, cuando advirtió que en el agua se dibujaban unas ondas extrañas acompañadas de un lamento lejano.
    -Tiembla el mar, se dijo para sí.
    Aún le quedaba por sacar brillo a las escamas que cubrían la parte próxima a la cola, y pensó en el amor. Pero fue tanta la alarma que le produjo, la sensación que percibía, que se dispuso de inmediato a seguir el rastro de las ondas del agua. Empezó a nadar deprisa siguiendo el camino del sonido y cada vez se fue alejando más y más del lugar donde vivía.
    De vez en cuando se recostaba sobre la espuma y descansaba brevemente, ya que no quería despis­tarse de la ruta que le marcaban aquellos lamentos. Poco a poco, las quejas se escuchaban más cercanas.
    -Estoy llegando, -pensó
    Ante sus ojos apareció una playa de arenas doradas, -así desierta, a no ser por una gaviota que permanecía acurrucada en la orilla. Las olas iban y venían como si quisieran jugar con ella a cogerla y dejarla, rozando con sus murmullos sus alas, pero seguía inmóvil, nada le hacía salir de su silencio.
    El sol, que seguramente estaba algo aburrido esa tarde, le hacía guiños con sus destellos e incluso la barca abandonada quería cobijarla bajo su sombra tenue, pero ni por esas, ella seguía indiferente, igno­rando todo lo que le rodeaba.
    El pez la contemplaba agazapado tras un remo­lino de agua, sin atreverse a llamar la atención de la gaviota. Comprobó que no se quejaba en voz alta, pero estaba tan triste que había contagiado de su pena al mar y éste la había arropado con mimo, proyectando en sus latidos ondas de dolor y de soledad que llegaron hasta el corazón de nuestro amigo el pez.
    Sin pensárselo más, dio un salto y se colocó justo delante de su pico. El agua, del impacto, se alborotó y ese ruido sacó a la gaviota de su aturdi­miento, fijándose en el pececillo.
    -¡Hola! -saludó alegre el pez.
    Ella, contestó con un movimiento de cabeza que volvió a esconder entre sus alas.
    -¡Hola! -insistió el pez, levantando la voz (como siempre tan pesado).
    -Soy el pez sin nombre, he venido hasta aquí, porque tu tristeza me ha llamado. Vivo muy lejos, pero he venido porque quiero ayudarte. Anda, cuén­tame lo que te pasa.
    -Tú eres un pez lejano y es posible que no entiendas las historias que ocurren en la orilla, reaccionó ella.
    -Dentro del mar ocurren también muchas historias. ¿Acaso, no llegan hasta la playa nuestras noticias a bordo de ondas celestes? ¿Has visto alguna ver, enfadarse el mar?
    -Muchas veces y siento mucho miedo cuando esto ocurre, ya que no sé qué es lo que pasa dentro de él.
    La gaviota soñaba en su lánguida estancia de arena y escarolas de espuma, entre triste y eufórica se debatía con su corazón. El pez ya mayor y no por eso más sabio lo vio, lo leyó en su blog y en sus ojos, y le dijo:
    ¿Cualquiera no tiene amor?, da igual como se traten, el amor a cualquiera y cualquiera al amor, sigue durmiendo, pensando y sintiendo en esta playa, que yo nadare y seguiré esquivando este océano lleno de peligros para leerte, para sentirte…y no preguntes porqué – dijo el pececillo- Yo tampoco te he preguntado.
    Y colorín colorado…  

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