CRÓNICA DE UNA NOCHE ANUNCIADA

Cinco amigos regresan de sus vacaciones navideñas y vuelven a demorarse en una alfombra atrapa-polvo. Todos miran en un estado tal vez enajenado a una tele de ocho pulgadas un concierto en directo del año 86 (1900) con sus rótulos fluorescentes y sonidos tal vez lejanos. Ah… sí… un concierto del mejor poeta hasta su cirrosis y salvando las mejores excepciones…. Sabina.
Después de continuar con la dieta navideña, cena by los chefs de Berruguete, con tarta de chocolate incluida, riojita y demás aliños. Nos embelesamos con la distancia de lo que existió cuando nosotros casi nacíamos y como no nos acordamos nos pasamos a los 90 y llegamos a la conclusión de lo horteras que fueron.
Y es que ahora vuelven los 80, la movida, la ruptura y transgresión que vivió España tras salir del ostracismo. Pero luego llegaron los 90 cuando esa subcultura y modernización llegó al pueblo llano, y llegaron a las fruterías las hombreras y estampados, la bisutería recargada, los pelos cargados hasta el infinito… que cada uno de nosotros de los hijos de los 80, por favor, recuerden las pintas de sus padres el día de su comunión. Y así nos damos cuenta de que hemos vuelto al tranquilo hogar del imparable Madrid a estrenar el 2007. Un año que no sabemos a dónde va, tan sólo de dónde venimos, como la vida misma.

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